-“Volviste
a hacerlo”- Me dijo mientras tomaba mi brazo izquierdo, sabía que la estaba
viendo con cara de “¿Qué demonios haces?” pero decidió ignorarme mientras
acariciaba las cicatrices anteriores y la herida reciente que tenía en el
antebrazo.-“¿Por qué no me llamaste?
-“¿Para
qué?”
-“No lo
sé, para hablar, sigo sin entender porque lo haces”- Me miro con desapruebo,
mientras yo miraba hacia el cielo-“Prometiste que no lo harías más”- y mientras
hablaba comencé sentir una punzada en el brazo y su dedo haciendo presión sobre
la herida.
-“Ya no
lo hago consiente, quiero cumplir mi promesa, pero es como si no pudiera
hacerlo”.
Soltó mi brazo con cuidado y
busco entre su bolsa la cajetilla de cigarros, tomo uno y extendió la cajetilla
hacia mí. La última vez que habíamos estado en esa azotea teníamos 13 años,
habían pasado 8 años y a pesar de que nos habíamos distanciado por la
universidad parecía que no había pasado el tiempo.
Nos quedamos calladas viendo la
puesta de sol, mientras el humo de los cigarros formaba figuras y ondas por el
viento. Me volteo a ver y puso su mano sobre la mía, se acercó con cuidado,
como si pensara que la proximidad con ella generara en mi molestia, me beso la
mejilla y me abrazo.
-“Eres mi mejor amiga, siempre
voy a estar contigo, cuando sientas que vas a recaer márcame, o déjame un
mensaje, algo.”
-“Yo lo sé, pero no es tan fácil
Mariana, cuando recaigo, me desconecto del mundo, es como sí todo a mi
alrededor dejara de existir, entonces todo lo que he callado sale a flote y
comienzo a escuchar gritos en mi cabeza, los colores se hacen intensos, tan
intensos que duelen, y poco a poco se van opacando, mi vista se empieza a
nublar, los colores desaparecen y se tornan en un gris de diferentes
tonalidades, hasta que se convierten en sombras, y la visión se vuelve turbia, las
sombras y lo turbio se unen hasta que todo está negro, y cada ruido suena a una
palabra diferente, es esa misma sensación de un neófito que tiene un mal viaje
con su primer cigarrillo de marihuana, quieres que pare, pero nada lo detiene.
Cuando reacciono siento el dolor y la humedad, y no necesito voltear para saber
qué es lo que hice, tan solo me levanto y busco una gasa y alcohol, me digo a
mi misma que no lo volveré a hacer, pero vuelve a pasar.”-
La voltee a ver, su abrazo se
había terminado cuando empecé a hablar, y sus ojos reflejaban miedo, ¿acaso
tenía miedo de mi o era de lo que podía llegar a hacerme en un momento de depresión?
Me sonrió después de un rato, y volvió
su mirada al cielo.
-“¿Te acuerdas de ese verano
cuando vinieron mis primos?”
-“Claro que si”
-“Fue uno de los mejores de mi vida,
porque estuvimos juntas todo el tiempo, reímos mucho y era divertido ver como
tú y Migue se tomaban de las manos por debajo de la mesa”
Comencé a reír mientras ella sonreía,
saque otro cigarro de la cajetilla.-“Si recuerdo tus burlas, en ese entonces
este lugar me generaba una sensación de paz igual a la que siento ahorita.”
-“Llámame la próxima vez que te
sientas así, aunque sea cuando ya te hayas cortado de nuevo, prométeme que vas
a llamarme”
-“Lo prometo”- -me sonrió al
escuchar esas palabras, volteo a ver el reloj en su muñeca y se levantó del
suelo, era hora de irnos, los demás nos esperaban en el bar.
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