Querido Invierno:
No me molesta que estés aquí, no me molesta
que estés presente en la mayor parte de mis tiempos, ni tampoco que tus
llegadas sean bruscas y sin sentido e incluso silenciosas y a veces absurdas.
Agradezco que me obligues a enfrentar ese
miedo que tengo a estar sola o a no encontrar al amor de mi vida, me obligas a
pensar que hago mal y que no quiero volver a repetir en mi vida, y quizá me
ayudes un poco a reafirmar o entender que quiero...
Sin embargo, a veces me gustaría que no
fueras tan frío, porque siempre que llegas no llegas sólo, llegas con tu fiel
amiga Soledad, de la cual tampoco me quejo demasiado.
En las mañanas es fácil soportar el frío y
Soledad no me molesta, puedo admitir que me reconforta, pues mi mente se
distrae con todo lo que debo de hacer durante el trayecto del día y ella me
ayuda a enfocarme, a no distraerme de mis actividades y demás.
Pero
las noches son una historia diferente, Invierno déjame decirte que el frío
cala, cada vez más y más hasta quemar, me hace pensar en cosas estúpidas y
buscar en labios ajenos el beso de aquellos que me quitan el sueño y buscar
calor en brazos en los que no estoy interesada en lo absoluto, y Soledad se
vuelve una perra cínica que me hace preguntas insistentes y me hace recordar y
me hace rememorar, historias que creía había olvidado.
Aquellas historias que están superadas, son
hermosos recuerdos y me deleitan con una sonrisa y una cálida sensación, más no
puedo evitar sentir nostalgia, no porque desee regresar, más bien me doy cuenta
de que pudo terminar mejor, siempre se puede terminar mejor.
Qué, qué pasa con aquellas que no están
superadas¿? Bueno Invierno, esas son constantes reproches de que pude hacerlo
mejor, de que no di suficiente, de que siempre me fió de más, de que no quiero
volver a sentir nada, o peor aún, de que extraño esos labios, esos brazos, sus
manos, su piel, de que quiero hablarle al oído y besar sus labios, hacerle
reír, cantarle, disfrutar que pasa el tiempo.
Las lágrimas brotan de mis ojos aun cuando no
lo desee, y no puedo evitar hacerme pequeña y derretirme, derretirme ante el
recuerdo, y suplicar, suplicar al cielo, que regrese Primavera a su lado y se
detenga el tiempo, que no avance más, o que regrese Verano, pero no cualquier
Verano, porque quiero de regreso el Verano con esa persona que me hizo sentir
la luna y las estrellas, comer un helado a su lado.
Y pido al tiempo que no regrese Otoño ni tú
Invierno porque esa persona me duele cuando ustedes llegan, y es tan solo esa
persona con quien quiero estar, pero me la arrebatan.
Sé que es normal que ustedes lleguen, porque
así funciona, van y vienen a su antojo, Primavera y Verano llegan silenciosos
poco a poco, los vas sintiendo, Otoño es precoz, no lo notas, ni cuando llega ni
cuándo se va, pero tú Invierno, tú eres el más cruel de todos, porque tu
llegada, como ya dije, es silenciosa, no la notas, pero no eres lento, en el
abrir y cerrar de ojos ya te has hecho presente, sin permitirme prepararme un
poco, sin permitirme intentar regresar el tiempo o que las estaciones comiencen
de nuevo.
Por
eso te escribo a ti Invierno porque de todos, tú eres el más difícil de lidiar
porque no vienes solo, Soledad tú eterna acompañante, la cual esta atormentándome
en este momento, haciendo que me pregunte, si en éste momento estará mirando el
techo y pensando en mi o si en algún momento lo hace, sí estará soñando conmigo,
si me piensa o si me extraña.
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